martes, 28 de abril de 2015

Ucrania: la sociopolítica y el crimen

Fuente: Elaboración propia a partir de información electoral presentada en electoralgeography.com y en el artículo de Ivan Katchanovski, Regional Political Divisions in Ukraine in 1991-2006
Fuente: Elaboración propia a partir de información electoral presentada en electoralgeography.com y en el artículo de Ivan Katchanovski, Regional Political Divisions in Ukraine in 1991-2006
En connivencia con sus aliados en algunos países de Occidente, el régimen de Kiev quiere imponer la tesis de que el actual conflicto en Ucrania sólo puede interpretarse en términos de la voluntad desestabilizadora de Rusia, resueltamente enfrentada a la estrategia europea del país. La realidad es muy distinta, tal y como pone de manifiesto la sociopolítica de las regiones ucranianas.

En un análisis socioelectoral de Ucrania en 2006, Ivan Katchanovski ya había señalado la profunda división de sus regiones en torno al eje divisor marcado, de una parte, por el nacionalismo ucraniano y, por otra, por la identificación política con la herencia ruso-soviética.

En el gráfico que se presenta a continuación, la barra roja pone de manifiesto la importancia de la división señalada por el mencionado eje. Esta barra muestra el nivel de acercamiento de las regiones al sentimiento nacionalista ucraniano en un índice en el que +100 reflejaría una máxima identificación con esa posición y -100 el máximo alejamiento respecto al nacionalismo ucraniano, vinculado a simpatías pro-comunistas, pro-soviéticas y/o pro-rusas.

Como muestra el gráfico, únicamente en una parte de Ucrania occidental, en la zona compuesta por las regiones de Lviv, Ternopil e Ivano-Frankivsk, resulta claramente dominante el posicionamiento nacionalista ucraniano, con un índice de identificación de +70,3 puntos. Aunque orientado hacia el mismo polo nacionalista, la región de Kiev y el resto de las zonas occidentales de Ucrania se sitúan muy lejos de ese grado de identificación, con +27 puntos en el índice pro-nacionalista. El resto de las regiones de Ucrania se orientan en cambio hacia el polo no nacionalista ucraniano. Esta realidad es la que explica que hasta 2014 dominara el panorama político de Ucrania el Partido de las Regiones.

El verdadero drama de Ucrania es que se haya impuesto el modelo nacional dominante en las regiones de Lviv, Ternopil e Ivano-Frankivsk, caracterizado tanto por su derechismo como por su radicalismo anti-comunista y anti-ruso, algo opuesto al sentir dominante en la mayor parte de las regiones ucranianas.

La rehabilitación de la OUN es una prueba de la dimensión claramente derechista de ese modelo nacional ucraniano, muy condicionado por la historia de connivencia con la Alemania nazi pero también por una visión nacionalcatólica que resulta muy cercana a la que el franquismo trató de imponer por la fuerza en España. No es un azar que el franquismo acogiera a los sectores pro-nazis ucranianos como tampoco lo es que las únicas regiones de Ucrania con peso decisivo de la tradición católica, en su versión más conservadora, sean las de Lviv, Ternopil e Ivano-Frankivsk.

Más problemática para la estabilidad política de Ucrania es la dimensión anticomunista y antirusa de este nacionalismo. De partida, tal y como demuestran los resultados del referéndum de marzo de 1991 sobre la preservación de la URSS, estas tres regiones fueros las únicas en mostrar un radical rechazo a la propuesta de continuidad de la Unión Soviética realizada por Gorbachov. Sólo una media del 18% votó a favor de la iniciativa pro-URSS en esas regiones frente a 56,8% en Kiev, su región y el resto de la zona occidental de Ucrania y cifras cercanas o superiores al 80% en el resto del país.
Mapa regional de los resultados del referéndum de marzo de 1991 respecto a la continuidad de la URSS en la que destaca la excepcionalidad en Ucrania de la posición de las regiones de Lviv, Ternopil e Ivano-Frankivsk
Pero es el profundo y delirante componente anti-ruso del nacionalismo ucraniano dominante el que verdaderamente ha llevado a la ruptura del país. Los datos del gráfico inicial del artículo son claros en lo relativo a Crimea, la única zona de presencia minoritaria de la población de origen étnico ucraniano (25%) y, sobre todo, la única en combinar una identificación muy mayoritaria con la Unión Soviética/Rusia con un muy fuerte desapego respecto a la idea de una Ucrania independiente. Lo demuestra el hecho de que, en esa zona de la ya antigua Ucrania, apenas un 36,6% del censo votara a favor de la independencia en el referéndum de diciembre de 1991.

La irracionalidad nacionalista ucraniana, en su componente anti-rusa y anti-soviética, también ha afectado a dos zonas de posición política intermedia, las regiones de Lugansk y Donetsk. En ambos casos, la posición muy favorable a la URSS de marzo de 1991 era compatible con la aceptación mayoritaria del carácter independiente de Ucrania a finales de ese año pero desde niveles de identificación claramente inferiores a los de otras regiones. En el contexto ucraniano, además, los rasgos característicos de estas dos provincias son un peso apenas mayoritario de la población de etnia ucraniana y, sobre todo, una presencia minoritaria de las personas de lengua nativa ucraniana, inferior al 33% (frente a cifras cercanas o superiores al 50% en zonas como Odessa o Kharkov).

La combinación de antisovietismo y discurso anti-ruso en el Maidán, junto a la exacerbación del nacionalismo pro-OUN, explica la rebelión de estas dos provincias, muy claramente identificadas con la herencia rusa y soviética. Los bombardeos posteriores no han hecho sino acentuar el distanciamiento de unas regiones que, tratadas con corrección, no habrían planteado el actual problema de secesión violenta.

Si se compara con las tensiones nacionales en España, puede comprobarse que Crimea y el Donbass se parecen en su comportamiento político a Euskadi y Cataluña. En el caso de Crimea, el 36,6% que votó a favor de la independencia ucraniana es cercano al 30,9% que votó en Euskadi la Constitución española en 1978. El 61,4% que votó en Cataluña a favor de esa constitución no se aleja en exceso de las cifras de alrededor del 65% de apoyo a Ucrania en 1991 en Donetsk y Lugansk. Es el maltrato del Estado el que puede llevar las diferencias políticas a crisis sin retorno.

El problema de las divisiones sociales y políticas analizadas es que no son pasajeras. No son el reflejo de modas o caprichos ocasionales. Reflejan estructuras profundas de pensamiento y de sentimientos arraigados en la población. Sólo personas de mentalidad totalitaria pueden pensar que estas estructuras pueden cambiarse por la fuerza o contenerse con pequeñas acciones criminales. Por lo que parece, una de esas personas es Václav Bartuška, Embajador del Gobierno checo para asuntos relacionados con la seguridad energética, que recientemente ha declarado:

“Hemos seguido muy de cerca el modelo usado en el este de Ucrania, Donetsk, Lugansk y en otras ciudades… niega la teoría del levantamiento popular. Grupos de civiles, hombres, mujeres y niños ocupan los edificios de la administración. En dos días, empiezan a portar armas, las mujeres y los niños se van, se quedan solo los que están armados. Si se les afronta de forma rápida, como se hizo en Odessa, donde son simplemente quemados, o como en Dniepropetrovsk, donde se les mata y entierra a un lado de la carretera, todo quedará en paz. Si no se hace esto, se tendrá una guerra. Eso es todo”.

Estas declaraciones tratan de dar carta de naturaleza a lo que Arsen Avakov, ministro de Interior de Ucrania, había señalado unos días antes. La lógica subyacente es que una desgraciada acción criminal masiva, por ejemplo la destrucción física del edificio de la administración de Donetsk, con todos los rebeldes en su interior, habría evitado los costes de la guerra posterior.

Lo que caracteriza a esta forma de pensamiento político es la idea de que los problemas políticos pueden resolverse a través del crimen preventivo, liquidando a los líderes de ciertos movimientos políticos indeseados. Pero la historia demuestra que ningún crimen hace cambiar de opinión a los pueblos, apenas retrasa unos años o unas décadas el resurgir de las minorías perseguidas, aún más resentidas por la pasada persecución. Argentina es un claro ejemplo del sinsentido de los Videla de turno.

El desconocido político checo y el ministro Avakov olvidan además que la guerra no es la consecuencia inevitable de la falta de dureza ante la rebelión. Como la negociación y la paz, la decisión de iniciar la guerra es siempre una opción. En manos del gobierno de Kiev estaba la posibilidad de decidir entre negociación o guerra. Kiev fue quien de forma consciente optó por la guerra. No hay dilema moral en el pensamiento de Bartuška o Avakov, simplemente el debate sobre qué tipo de acción criminal es mejor para acabar con una oposición política: la liquidación de una pequeña vanguardia o la guerra contra la mayoría.

El problema de Ucrania no está en Donetsk y Lugansk sino en Kiev, Lviv y en todos aquellos tiempos y lugares en los que resulten mayoritarias ideas como las de los señores Videla, Pinochet, Bartuška o Avakov. Las posiciones políticas que anteponen la violencia contra las minorías al diálogo con ellas son un peligro para Europa y para el mundo. Lo fueron en los años 30 del pasado siglo y lo siguen siendo ahora.
Papeleta de voto en el referéndum de marzo de 1991

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Añade tu opinión sobre este artículo